Estrenamos Donald
POR RAÚL BEATMAC
“Una obra no política y políticamente incorrecta sobre un político políticamente incorrecto”
¿POR QUÉ?
Hacemos esta obra porque los hijos del edutainment están matando el teatro.
Desde hace años vivimos una época donde el arte se valora y consume desde un lugar técnico y funcional. O está “bien hecho” o instruye sobre valores. Ya no parece tener una función emocional, filosófica, mágica, poética, sino servir a la fe escolástica, medios y administraciones para aleccionar al público. Parece que el arte existe después de las escuelas de música, teatro, pintura… O nació cuando un político dijo “necesitamos arte”.
Hoy tenemos a niños obligados a ser antes responsables que felices, con lecturas sobre bullying, refugiados y violencia de género. El Rey León es imperialista, Blancanieves machista y Capitán Garfio homicida. El arte ya no interesa si no alecciona. O contenta a un grupo cada vez más grande de gente con el mismo dolor que la vecina que apoya la oreja en la pared esperando que hagas ruido para golpearla.
El contenido de una ficción no debería constituir ofensa en un mundo lógico, puesto que literalmente no existe. Ofenderte con una obra de teatro es como enfadarte con Darth Vader por querer conquistar la galaxia.
Un personaje o humorista pasa a ser enemigo público de los “defensores de la responsabilidad social y la política de cancelación”. Eufemismo de lo que antes llamábamos censores.
La ficción no debe necesariamente representar la ética. Los artistas podemos intentar emocionaros, moveros por dentro, divertiros… Pero el dolor y la amargura es de los psicólogos.
“Los artistas podemos intentar emocionaros, moveros por dentro, divertiros… Pero el dolor y la amargura es de los psicólogos“
Si te ofende el arte o la ficción, es porque crees que debe tener una función política y aleccionadora.
Donald es una pregunta al arte y la imposición. A la instrumentalización catequista del teatro y su obligada función instructora en la sociedad del rendimiento social y el aleccionamiento de todólogos mediáticos y algunos concejales de cultura que no les interesa el arte. Una obra no política y políticamente incorrecta sobre un político políticamente incorrecto.
En todas sus representaciones hemos conseguido que el público aplauda en un momento a Donald Trump, uno de los personajes menos queridos del mundo. No por aprecio sino porque aceptaron reírse de sí mismos, de la vida, del mundo. La risa sin porqués: posiblemente las más auténticas que todos hemos tenido nunca. Las que no fueron filtradas por la política, ética o razón.
Es una llamada de atención; no una lección. Una pregunta; no una respuesta. Presentamos lo peor de los dos mundos y aseguramos risas histéricas.
Raúl Beatmac