La improvisación para un no-improvisador es una tarea intimidatoria. Da mucho miedo eso de ponerte frente al público sin nada preparado.
Para muchos, La impro da más miedo que los monólogos. Sin embargo, cuando te metes en el mundo de la improvisación, te das cuenta de que no es tan complicado. No hace falta ser un genio. Simplemente seguir unas reglas.
Cuenta con muchos aspectos del teatro, el mismo subidón de adrenalina de un buen stand-up o monólogo de comedia, y un equipo de compañeros que te apoyan contínuamente. Porque la impro tiene que ver con improvisar para el otro. Ayudarle a que el otro sea un genio.
La impro te hace mejor persona:
Te hace sentir cómodo a la hora de ponerse frente a público, en un escenario o en una clase. Te hace entender y asimilar que tu opinión cuenta, para hacer cualquier cosa incluso dentro de lo taboo en un ambiente de apoyo y de perdón. Este tipo de situación dota de más consideración a lo que haces, y refuerza la idea de que puedes hacer cualquier cosa sin importar quién eres o quiénes son los interlocutores.
Hace que entiendas un poco mejor a la gente. Un buen improvisador encuenta la humanidad en personajes a priori reprobables o mal vistos, a la hora de actuarlos/jugarlos. Encuentras el lado bello, divertido, el humor o la alegría en las cosas y personas que nunca creíste posible.
Cuanto más se improvisa, más juegas en tu vida diaria. Y eso te proporciona mucha alegría.